martes, 11 de enero de 2011

Maybe

La noche inmensa, más inmensa sin ella. Sentí el frío de la cama, más frío sin ella, la almohada no se dividía ya en dos reinos donde la frontera había perdido su forma. Su lado del colchón se endurecía a medida que transcurría el tiempo. Cada mañana igual, me despertaba, suspiraba y sonreía en un simple intento de parecer normal. Como si mi orgullo no estuviese tan frío como ese colchón sin ella. Mi orgullo y mi pasión acompañados de todos mis sentimientos. Mi interior estaba tan vacío como un cuadro en blanco. Dicen que es imposible pensar en blanco, no pensar en nada. No lo creo, aunque sea por un instante, todos nos hemos quedado transpuestos tras una noticia impactante. Así estaba yo, congelada y rígida ante una habitación vacía de su ropa y su risa.

Su foto me sonrió, recordaba ese momento como uno de los más felices de mi vida. Han sido tantos y sin embargo ese uno de los pocos que aún perduran en mi memoria de un pez que muere por tu boca. Tu risa me evadía en ese mismo instante, tus ojos parecían hablar con voz propia. Y mi rostro lucía una sonrisa tan fácil de identificar... Y de repente, sin más, cogí el marco para sacar la foto. Guardé el marco en cualquier cajón libre de inutilidades. La foto perdió sentido para mí, al menos aquél que yo le había concedido.

Sin pensarlo dos veces salí a la calle dispuesta a encontrar su pedazo de cama vacía y explicarle que por muchos ojos que mire de frente sólo serán los suyos los que me sobresalten. No, demasiado artificial... No le podía decir eso a alguien salida de serie.

La encontré como siempre, en su mundo de oficinas y tacones altos, disfrazada de una chica alta y guapa conocida por saber cómo encender a los hombres. Esperé mucho tiempo hasta que por fin salió de aquel infierno disimulado con cuero y mesas grises, iba acompañada de un traje con cerebro y sombrero, ambos sonreían alegremente, sólo uno lo hacía de verdad. Creí que no me había visto, al parecer no paso tan desapercibida ante sus ojos.

Me miró como sólo ella sabía mirarme, observando mi interior, buscando mis sueños en la cuenca de mis ojos. Todo estaba fuera de lugar, ella con sus tacones, yo con mi no-sonrisa, en un lugar donde el tiempo tiene dueño y el dinero está en carteras de piel. Me decidí a escapar convencida de que no se arriesgaría a seguirme. Error, se montó en la moto con mi propio casco, creo que quería ir a alguna parte...

De regreso a mi casa llena de luz y de su ausencia se quito los tacones en el ascensor y paseó sus pies envueltos de una fina media hasta mi vestíbulo. No hacía falta decir nada aún, el perdón se palmaba en mi cara y su sonrisa iba llenando la suya, qué sencillos somos tan de vez en cuando... Sin pausa y sin prisa nos atrapamos en una marea de piel y huesos, qué fácil es hacerse un castillo...

No volví a encontarme a oscuras.

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