lunes, 24 de enero de 2011

Prrrrrrr

A ritmo de canciones que tienen una especie de ente mágico capaz de animarte, casi las 2 de la mañana y no puedo dormir, o quizás es que no quiero. La calefacción debajo de la mesa me está quemando las rodillas y el cerebro. Si no fuese porque tengo que preocuparme por los exámenes no me preocuparía por nada más, parece que después de una época revuelta la "calma", si es que hay que llamarlo así, ha vuelto. O mucho mejor, la montaña rusa en la que voy montada las 24 horas del día está bajando la cuesta más alta, a toda velocidad, el viento frío sopla y no hace otra cosa que airearme el cerebro y la mente. No empecemos con metáforas, cuando escucho este tipo de música (Pink "Raise your glass" o Eminem "We made you") no suelo escribir.

El relato a medio escribir que sigue sin argumento, sólo un puñado de folios con mala calígrafía, párrafos fruto de momentos de inspiración mezclados con desesperación y una pizca de desaliento por mi parte. Un grito sin sonido ni letra. Quizás algún ordene todo lo que tengo así, éste lo termino, prometido.

Además, tengo que empezar a renovar el blog y dejar de escribir sobre mí para hacerlo con cosas mucho más importantes. Se puede hacer de todo y yo no hago más que centrarme en mis intereses...

Virus MEP, ya hablaré más sobre ese tema, ahora es tarde y voy a intentar dormir algo si mañana quiero abrir los ojos sin usar alicates.

martes, 11 de enero de 2011

Maybe

La noche inmensa, más inmensa sin ella. Sentí el frío de la cama, más frío sin ella, la almohada no se dividía ya en dos reinos donde la frontera había perdido su forma. Su lado del colchón se endurecía a medida que transcurría el tiempo. Cada mañana igual, me despertaba, suspiraba y sonreía en un simple intento de parecer normal. Como si mi orgullo no estuviese tan frío como ese colchón sin ella. Mi orgullo y mi pasión acompañados de todos mis sentimientos. Mi interior estaba tan vacío como un cuadro en blanco. Dicen que es imposible pensar en blanco, no pensar en nada. No lo creo, aunque sea por un instante, todos nos hemos quedado transpuestos tras una noticia impactante. Así estaba yo, congelada y rígida ante una habitación vacía de su ropa y su risa.

Su foto me sonrió, recordaba ese momento como uno de los más felices de mi vida. Han sido tantos y sin embargo ese uno de los pocos que aún perduran en mi memoria de un pez que muere por tu boca. Tu risa me evadía en ese mismo instante, tus ojos parecían hablar con voz propia. Y mi rostro lucía una sonrisa tan fácil de identificar... Y de repente, sin más, cogí el marco para sacar la foto. Guardé el marco en cualquier cajón libre de inutilidades. La foto perdió sentido para mí, al menos aquél que yo le había concedido.

Sin pensarlo dos veces salí a la calle dispuesta a encontrar su pedazo de cama vacía y explicarle que por muchos ojos que mire de frente sólo serán los suyos los que me sobresalten. No, demasiado artificial... No le podía decir eso a alguien salida de serie.

La encontré como siempre, en su mundo de oficinas y tacones altos, disfrazada de una chica alta y guapa conocida por saber cómo encender a los hombres. Esperé mucho tiempo hasta que por fin salió de aquel infierno disimulado con cuero y mesas grises, iba acompañada de un traje con cerebro y sombrero, ambos sonreían alegremente, sólo uno lo hacía de verdad. Creí que no me había visto, al parecer no paso tan desapercibida ante sus ojos.

Me miró como sólo ella sabía mirarme, observando mi interior, buscando mis sueños en la cuenca de mis ojos. Todo estaba fuera de lugar, ella con sus tacones, yo con mi no-sonrisa, en un lugar donde el tiempo tiene dueño y el dinero está en carteras de piel. Me decidí a escapar convencida de que no se arriesgaría a seguirme. Error, se montó en la moto con mi propio casco, creo que quería ir a alguna parte...

De regreso a mi casa llena de luz y de su ausencia se quito los tacones en el ascensor y paseó sus pies envueltos de una fina media hasta mi vestíbulo. No hacía falta decir nada aún, el perdón se palmaba en mi cara y su sonrisa iba llenando la suya, qué sencillos somos tan de vez en cuando... Sin pausa y sin prisa nos atrapamos en una marea de piel y huesos, qué fácil es hacerse un castillo...

No volví a encontarme a oscuras.

lunes, 3 de enero de 2011

Querida..

“Hueles a perfume de mujer” pensé que me diría pero, como tantas otras noches, no dijo ni una sola palabra cuando yo me deslicé en nuestra cama. La abracé y no obtuve respuesta, siempre igual, tan fría y tan distante. Nunca me hablaba y yo era incapaz de hacerla entrar en calor. Su dureza me hacía creer que nuestra relación jamás había estado viva. Y yo ya no sabía ni qué pensar o decir. Así es que la dejé marchar con él. Abandonó el colchón para irse al suelo con el cojín, maldita la hora en la que lo compré. La despedí sabiendo que no encontraría otra almohada como aquella, capaz de hacerme descansar y respirar tranquila en esa cama tan vacía.




Eh, bonita imagen, ¿no?