jueves, 26 de agosto de 2010

Sonrisas (no lágrimas)



Guau, parece que fue ayer cuando me fui, siento que todo es distinto a pesar de que todo sigue igual. No sé nada, sólo siento. De acuerdo, vale que quizás, sólo quizás, te siga queriendo, pero se acabó (¡como la canción!) eso de pasarlo mal. Ahora voy a cambiar para mejor, a disfrutar de todo lo que tengo, no a pensar en lo que podría tener. Qué malos consejeros son los recuerdos que nunca tuviste y te gustaría tener. Se acabaron esos puntos suspensivos que denotan tristeza, a partir de ahora sólo los pondré para indicar ironía o, bueno no sé, pero de todo menos tristeza.

Me gusta sentirme fuerte. Me gusta sentirme capaz. Superarme, sonreir, transformar el enfado en lo contrario. Qué caro es ser feliz, qué fácil estar alegre. Ahora me gusta mi sonrisa, aunque siempre me ha parecido forzada, había algo que no encajaba en mi cara cuando sonreía. Ya no, tengo la certeza de que una sonrisa es el mejor regalo que le puedes dar a alguien a quien quieres, que es la posesión más bonita, y me atrevería a decir que útil, que tenemos.

Siempre me han causado envidia las personas desconocidas que son, o parecen, felices. Me parecen enemigos dispuestos a arruinar todos mis intentos para parecerme a ellos. Tampoco me gustan los días soleados, no sé por qué me entristecen. Como si en un día perfecto todo el mundo fuese feliz menos yo. Como si me hubiese quedado atrás en una carrera que ni siquiera sabía que existía. Es una tontería, pero esos días tan maravillosos son los que más me cuesta afrontar. Aunque luego, cuando ya ha pasado un rato y el cielo está tan claro, me relajo y otra vez es como siempre. Es una tontería demasiado grande, ¿y qué? No me gusta que el día empiece con una bonita mañana, refiriéndome al tiempo claro. Así está mejor resumido.

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