martes, 19 de octubre de 2010

Pastillas de freno


El otro día tuve una tarde extraña, como el inicio de una novela, o al menos esa sensación me dio, que somos libres de sentir lo que queramos.

Los semáforos parecen señales de salida para la gente que espera en los pasos de cebra, como una competición para ver quién llega antes, quién se lo toma con más calma. Si estás dispuesto a no esperar que el muñequito se ponga en verde y salir pitando cuando se encienda el rojo para los coches o quedarse quieta observando al mundo andar deprisa, que parece que todos llegan tarde a algún lado. Caminando por la calle como si la tierra fuese mía, o algo parecido, como si la alegría surgiese de cada esquina, pasos saltarines, manos en los bolsillos, moviendo los brazos. Y esos cascos en las orejas, a todo trapo o muy bajito.

Llegué a casa de la señora, la señora que tenía el libro que mi tía le había dado a su hija, a por el libro. Te estaba esperando, me dijo. Parecía que se había arreglado únicamente para esa visita. Puede sonar raro, pero a mí me sonó a novelón... En fin, sensaciones extrañas.

Manos que se agarran para no soltarse, trozos de papel en los bolsillos, pensamientos divididos, tareas olvidadas. Faltan pedazos de algo. Falta algo. Algo no encaja.

El otro día leí una pregunta que no tengo ganas de darle vueltas, ¿se nace o se hace? Depende (de qué depende...), todo es relativo, ese es mi máximo. El cúmulo de circunstancias nos hacen un determinado tipo de persona, pero también nacemos de una manera. ¿Qué nos hace más persona? ¿Los genes o lo que nos rodea? Lo que nos rodea son más que nada personas, ¿nos hacemos así según las personas que nos rodean? Sí, será eso.

Partimos con un molde sin amoldar, y hasta que no nos damos cuenta de que somos nosotros los artesanos de nuestra propia vida no comprenderemos en qué consiste eso de vivir. Es el amor el que normalmente nos hace madurar, bueno el amor y un par de cosas más, al menos en mi caso. Un día despiertas y no eres la misma, pero no has dado el cambio durante la noche sino en un determinado momento empezaste a cambiar y ahora eres otra. No, no eres otra persona, es que has cambiado tu punto de vista, ya no lo ves todo gris, negro y blanco (que ya tenías gris en tu escala), ahora todo se ve con matices, has abierto los ojos. Y si sabes aprovecharte, lo verás todo con colores. Porque el mundo despierta y tú con él, vive ese mundo que se acaba de despejar para ti, sólo para ti. Disfrútalo, el mantel ya está puesto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario